Arquitectónica de la energía sexual libidinal
Por Miguel Ángel Pichardo Reyes
La doble
maldición psicoanalítica: etiología y libido
Para Wilhelm Reich el descubrimiento radical de
Sigmund Freud no fue el inconsciente, sino la doble maldición psicoanalítica:
la etiología sexual de las neurosis y la teoría de la libido sexual. Mientras
el movimiento posfreudiano atribuyo la originalidad del descubrimiento
freudiano al inconsciente, el mismo Freud se quedo solo con la doble maldición
psicoanalítica, ya que la etiología sexual de las neurosis le valió la
despectiva acusación de pansexualista, y su teoría de la libido sexual fue
múltiplemente interpretada y finalmente abandonada por sus propios discípulos y
seguidores. Para Wilhelm Reich esto significo la gran traición de los
psicoanalistas al principal descubrimiento freudiano.
El propósito de Wilhelm Reich al iniciar su
vinculación con Freud y el movimiento psicoanalítico fue profundizar en este
descubrimiento radical que sonaba a escándalo y herejía, pues hurgar en la
sexualidad infantil para explicar las psiconeurosis, fue visto como un
atrevimiento, pues no existe una aparente relación entre la sexualidad infantil
y el contenido manifiesto de las psiconeurosis. El eslabón que permite
comprender la conexión entre la sexualidad infantil y las psiconeurosis es la
teoría de la libido sexual, esto la postulación que plantea la existencia de
una energía sexual que pone en funcionamiento los procesos del aparato
psíquico.
Postular la existencia de la libido supuso
graves y radicales consecuencias, la primera de ellas es que nuestro aparato
psíquico es fundamentalmente sexual, y que éste funciona a través de una
energía que a su vez es sexual. De esta forma, toda producción psíquica es
sexual más allá de sus contenidos, los cuales pueden ser asexuales, y aún así
la materia prima de dichos contenidos es fundamentalmente sexual. La acusación
de pansexualismo es cierta, sin embargo no hay que avergonzarse de ello, y
tampoco esto debe suponer un reduccionismo. Me parece, muy por el contrario,
que el concepto “sexual” es un término que puede dar lugar a equívocos,
especialmente porque este significante ya se encuentra fijado por nuestra
cultura a un contenido genital asociado con la cópula genital.
Energía
sexual, no sexuada
Quizás sea necesario clarificar como es que una
energía puede ser sexual. Esto es, la energía no puede estar sexuada, no tiene
genitales masculinos o femeninos, la energía no tiene glándulas ni anatomía,
simplemente porque la energía no es cuerpo, más bien esta energía da cuerpo, es
una energía formativa. ¿Y si la energía no esta sexuada, como es que es una
energía sexual? Quizás nos ayude a entender lo sexual de la energía si vemos
algunas cualidades sexuales de la energía, tales como: 1) excitación, 2)
vinculación, 3) orgasmo, 4) reproducción, 5) placer.
Decimos que la libido es energía sexual porque
lleva acabo una excitación en el sistema nervioso, la cual también incluye la
excitación genital, así como la excitación erótica en todo el cuerpo. La libido
también es sexual porque es una energía que vincula, genera relaciones,
cercanía, contacto, interacción, gregarismo. Podemos decir que es una energía
erótica, pues atrae los cuerpos, y de este erotismo, de esta atracción del
cuerpo con un objeto es que surge el deseo. En ese encuentro piel-a-piel con el
otro es como surge el deseo. El deseo es pues ese lazo libidinal que se
establece con el objeto para cubrir una necesidad biológica.
La energía sexual es orgásmica. El orgasmo no
es exclusivo de la cópula sexual. El orgasmo es el modo en como la vida
pulsiona. El orgasmo es el proceso continuo de expansión-contracción que se
lleva a cabo en las células y en las vesículas más pequeñas de la vida. La
intensidad y ritmo de esa expansión-contracción es lo que define la función
orgásmica. De esta forma la energía sexual es orgásmicamente pulsante, llevando
a cabo un movimiento hacia cierta dirección para enlazarse con el objeto, para
vincularse a través de la excitación. En este enlace que se establece con el
objeto se lleva a cabo una transformación, ese vínculo libidinal cambia el
estado del sujeto y del objeto, dando lugar a una producción, a una nueva
entidad. Esta nueva entidad puede ser una creación biológica, un nueve ser,
esto es, la energía sexual libidinal produce nuevas entidades, de tal forma que
la energía sexual se expande, produciendo nuevos seres vivientes.
Finalmente, la energía sexual libidinal en esa
(1) excitación (2) erótica que (3) pulsiona hacia la (4) re-producción de
nuevas organizaciones de vida se orienta hacia el (5) placer, dando lugar al
desarrollo y la maduración. El placer permite generar homeostasis, esto es, un
punto de equilibrio que permite la utilización de la energía para desarrollar
nuevos niveles complejos de organización de la información vital. El placer es
un placer vital orientado hacia el desarrollo, la maduración y la autonomía
interdependiente. El placer es equilibrio y madurez vital.
La
mitología libidinal
La existencia de esta energía sexual libidinal
es mitológica, inaugura un nuevo campo simbólico de producción, permitiendo
unificar, significar y dar sentido a una experiencia primordial en la
sensorialidad de la corporalidad sintiente. Esta mitología ha sido expresada en
diferentes culturas con distintos nombres, tratando de significar una
experiencia universal que afecta y atraviesa la experiencia subjetiva del
cuerpo. Llámese Chi, Ki, Prana, Kundalini, Elan Vital, Aether, Orgón, Energía
del Punto Cero, o Energía del Vacío Cuántico, etc. La mitología de la libido
permite acceder a esa experiencia vital primordial. La libido es un símbolo que
organiza desde el lenguaje una experiencia pre-simbólica, sensorial, sintiente,
fisiológica, física, bioquímica.
La mitología energética que ha emergido en diferentes
culturas ha propiciado una serie de tecnologías que permiten el acceso a esa
experiencia vital fundante. La mitología energética también ha dado lugar a una
cosmología, a una espiritualidad, una ascética, una antropología y una ética.
La experiencia sensorial de la vida en tanto energía vital libidinal ha sido
muy diversa, tan diversa y variada como el número de cuerpos y metabolismos que
la han experimentado. Y la experiencia puede variar, desde ser placentera hasta
amenazante.
Las experiencias de la energía libidinal que se
interpretan como amenazantes tienden a proyectarlas hacia el exterior,
interpretando la respuesta vegetativa excitatoria como una entidad externa que
irrumpe en la corporalidad. De ahí que la interpretación de esta experiencia
haya dado lugar a la creación de fantasmas y demonios que acechan el cuerpo,
produciendo angustia o excitación. ¿De que depende esta interpretación? De dos
experiencias fundantes que organizan el acceso a esta energía libidinal: el
nacimiento y los cuidados maternos. Tanto la angustia producida en el
nacimiento debido a complicaciones durante el embarazo o el parto, así como la
experiencia disruptiva, amenazante o privativa de un Otro externo que acosa el
cuerpo, son experiencias que marcarán la organización energética y la
interpretación posterior de esa experiencia.
Estas experiencias fundantes son mitológicas
porque darán lugar a un sistema cultural organizado por la interpretación de
estas sensaciones energéticas. Ya sea una cultura que se organice para acceder
de forma extática a esta experiencia, o una cultura que lleve a cabo una serie
de mecanismos de control y defensa en contra de esta experiencia.
Libido y
éxtasis orgánico
El concepto de libido que retoma Freud y
posteriormente Reich es un mecanismo conceptual del psicoanálisis para acceder
a la experiencia extática del inconsciente en el cuerpo energético. Mientras Oriente
lleva miles de años accediendo a esta experiencia, en Occidente hemos tratado
de defendernos, de sofocar o de escaparnos de esta experiencia vital.
Normalmente hemos relegado estas experiencias al campo de la religión, la
mística y la espiritualidad.
De esta forma el concepto de energía sexual
libidinal va a dar cuenta del campo arqueológico y mitológico de la crianza
libidinal, esto es, la forma en como nacimos y en como nos cuidaron en nuestra
primera infancia, por ejemplo, en lo que Jacques Lacan denominará el “estadio
del espejo” en la formación del yo (je).
La crianza es el modo en como el mundo irrumpe dialécticamente en la
corporalidad sintiente para inaugurar el deseo que abrirá el camino para la
constitución del sujeto.
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