sábado, 11 de abril de 2020

La anticoncepción moral: miedo y culpa sexual


La anticoncepción moral: 
miedo y culpa sexual
Por Miguel Ángel Pichardo Reyes

La propia institución del matrimonio se encuentra intrínsecamente orientada hacia la reproducción y la descendencia. La limitación sexual del matrimonio nos la proporciona la capacidad del embarazo. El miedo a dicho embarazo se instalará como la principal medida de anticoncepción moral. Este anticonceptivo psicológico inhibirá la capacidad de excitación, y con ello la restricción del placer. Por eso podemos entender como este anticonceptivo psíquico tiene su eficacia pre-sexual, pues este miedo mantiene a distancia la posibilidad del contacto físico, mucho más eficaz que cualquier otro anticonceptivo, puesto que evita el contacto, requisito para no pecar. Pero aún queda una pieza suelta, para la moral sexofóbica el pecado surge de la propia mente, en particular, del deseo. Para esto la culpa fungirá como un inhibidor intrínseco del deseo libidinal, apagando cualquier indicio de “malos pensamientos”.

Tanto el miedo al embarazo como la culpa del deseo libidinal, serán las formas como opera ideológicamente la moral sexual religiosa. Estos dispositivos psíquicos producirán sus estragos en la relación de pareja. Aun en la actualidad no es extraño constatar a un sinnúmero de parejas que padecen de esta disminución erótica, y con ello la imposición de un régimen de abstinencia sexual. Se trata de un régimen inconsciente autoimpuesto que opera a través del miedo, la culpa y la vergüenza, los principales enemigos de la excitación, el erotismo y el placer sexual.

Muchas parejas acuden a terapia debido a la disminución del erotismo y la excitación, muchas de ellas sobrellevando un régimen de abstinencia sexual. Muchas mujeres son sometidas a este tipo de régimen de abstinencia por sus parejas masculinas. ¿Qué sucede con un hombre que somete a su pareja a dicho régimen de abstinencia? Algunas causas inmediatas las podemos catalogar bajo la categoría de estrés. Muchos hombres ven disminuidas sus capacidades eróticas, excitatorias y sexuales debido a una sobre carga de responsabilidades y a una presión debido a las demandas, ya sean económicas, familiares, laborales o de salud.

El suministro de grandes dosis diarias y sostenidas de glucocorticoides generan un efecto adverso en los centros hipotalámicos del funcionamiento sexual, esto debido a que las moléculas de los neurotransmisores asociados al estrés son antagónicos a los del vínculo sexual. De esta forma los estresores psicosociales asociados a la explotación de la fuerza de trabajo supone una forma de castración sexual, favoreciendo la impotencia sexual en la intimidad. La explotación laboral de esta fuerza de trabajo es canalizada en el capitalismo hacia la producción, y con esto favoreciendo la generación de valor para quienes cuentan con la propiedad privada de los medios de producción.

El capital requiere de esta fuerza de trabajo sexual para producir excedentes y con esto ganancias. La fuerza de trabajo, debido a la demanda con la que cuenta va disminuyendo de a poco las reservas libidinales de hombre productivo. Y aquí embona perfectamente la desexualización de la pareja como virgen y embarazada, lo cual legitima la abstención sexual producida por la explotación de las reservas libidinales.

El régimen de abstención sexual favorece al capital, porque dispone de ese excedente de fuerza sexual para ser invertido como fuerza de trabajo en el proceso de producción del valor de las mercancías. El hombre workoholico representa el perfil ideal del capitalismo. Ahora el trabajo remunerado es la principal forma de castración sexual. A mayor riqueza de las mercancías y de su consumo, mayor la miseria sexual en el vínculo de pareja.

Sin embargo, más allá de la exploración de la fuerza sexual como fuerza de trabajo, existen otras series de operaciones ideológicas que se encuentran en la base de los regímenes de abstinencia sexual masculina en la relación de pareja. Como hemos mencionado, el amor romántico es otra de las formas culturales de castración sexual. El amor romántico y cortez erige el respeto sexual al objeto de deseo femenino como garante de la pureza sexual virginal, y con ello el incremento del valor moral de una mujer. El “darse a respetar” sexualmente es una de las operaciones ideológicas que reivindica el cuerpo sexuado “puro” como una mercancía de gran valor moral. El hombre tendrá que desplegar toda su educación tradicional basada en los modales medievales caballerescos para “darle su lugar” a la fémina doncella.

El disciplinamiento de los modales en las relaciones intergenéricas basadas en la caballería da cuenta de ese “respeto” irrestricto sobre la pureza física, erótica y sexual de la mujer. El deseo de un “caballero” supone, implícitamente, el deseo conflictivo de la restricción sexual y del anhelo de la desvirginización. Esta desvirginización conlleva la degradación del valor sexual de la doncella, por lo que tendrá que ser compensado con el esposorio. Sólo el vínculo matrimonial podrá devolverle su valor de cambio sexual. Mientras que en la virginidad el poder residía en un estado inmaculado, en la condición de esposa su valor depende de la posesión de un amo.

De alguna forma el mito de la virginidad le reconoce a la mujer el poder sexual que reside en su genitalidad, sin embargo dicho poder tiene que perderse a través del matrimonio, el cual, aunque le quita el poder le permite mantener su valor, pero ahora como esposa y madre. El poder ahora residirá en su capacidad reproductiva en la sumisión en las tareas del hogar y el cuidado de la prole.

Los cuidados que administra el novio hacia la novia mantiene activa la represión sexual, la cual opera ideológicamente como el aplazamiento del coito en la luna de miel. Dicho aplazamiento no es sólo una promesa, sino que opera como un programa, un hábito de autorestricción sexual que se prolongará en el matrimonio. El hombre autocontenido no se liberará sexualmente en el matrimonio, al contrario, tendrá que subsumir su fuerza sexual al trabajo para poder proveer de acuerdo al status de la propia clase social de pertenencia.

El poder sexual de hombre se ve revestido y sustituído por su capacidad de trabajo y de poder adquisitivo. De aquí que en el amor romántico sea común escuchar el deseo por un hombre trabajador, esto es, un hombres autocontenido sexualmente, capaza de reprimirse para orientar su fuerza sexual a la fuerza laboral en función del capital y del rol de proveedor dentro de la familia. No es extraño que el hombre workoholic sea un hombre romántico, que busca a un doncella a quien desvirginar para establecer una familia tradicional. El efecto secundario es el régimen de abstinencia sexual y la histerización de la pareja femenina.

La lógica caracterial del hombre proveedor que establece un régimen de abstinencia sexual se caracteriza por una serie de rasgos masoquistas de sumisión laboral que se manifiestan como una “queja patológica” de la sobre carga de estrés y de responsabilidades económica, lo cual justifica su abstinencia sexual. El otro aspecto común es la acusación, una forma de responsabilizar a la pareja femenina de su bajo deseo sexual: engordaste, ya te cuidas, no me excitas, no me atraes, etc. La queja y la acusación forman parte de los rasgos caracteriales de un masoquismo colectivo. La sumisión y la queja frente al amo combinados con la acusación hacia la pareja, conforman un complejo masoquista sexolaboral que mantienen y justifican el régimen de abstencionismo sexual.


Esta posición masoquista en la relación de pareja se empareja con la posición histérica de la mujer. La locura por histeria sexual que asalta a la mujer opera como un agravante en los conflictos sexuales de pareja, llevando el déficit sexual al campo de las relaciones emocionales. Esto es, detrás de los conflictos emocionales de pareja se esconde el régimen de abstención sexual. Las peleas acaloradas, los reclamos de la mujer hacia su pareja masculina de falta de contacto sexual, de la disminución del erotismo y el placer, y con ello la queja de un rechazo sexual, son sólo la punta de iceberg de estos complejo sexuales no resueltos.

1 comentario:

  1. muy bueno !! estoy aprendiendo información nueva que desmantela el cartel de creencias religiosas en cuanto a la sexualidad y también se va gestionando esa energía hacia el trabajo y al final nos culpamos unos a otros. pienso yo

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